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La masculinidad en el cine de Stallone: entre el obrero y el guerrero

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Imagen ilustrativa tomada de http://bit.ly/4m6RT1I


La masculinidad en el cine de Stallone: entre el obrero y el guerrero

En Sylvester Stallone, Héroe de la clase obrera, el historiador David Da Silva ofrece un análisis profundo de cómo la filmografía de Stallone construye un imaginario de masculinidad en el cine popular. Más allá de su éxito de taquilla, Rocky y Rambo se convirtieron en espejos de dos formas distintas de entender el cuerpo masculino, la fuerza y la vulnerabilidad en la pantalla grande. El libro revela que Stallone no fue solo un actor de acción, sino un símbolo cultural capaz de reflejar tanto los sueños de la clase trabajadora en el cine como las tensiones ideológicas de Hollywood en distintas décadas.

Desde su primera aparición en Rocky (1976), Stallone encarnó a un personaje que redefine la masculinidad desde la marginalidad. Rocky Balboa no es un campeón musculoso, sino un boxeador obrero, torpe en el habla pero noble en el corazón, que lucha por su dignidad más que por la victoria en el ring. En Rocky encontramos la vulnerabilidad como rasgo esencial: un hombre que ama, que duda, que se enfrenta al fracaso y aun así resiste. Esta masculinidad trabajadora, marcada por el sacrificio y la humildad, se aleja del estereotipo del héroe invencible. En Rocky, la derrota no elimina la heroicidad, sino que la refuerza, ofreciendo una representación del sueño americano como esfuerzo colectivo y personal, más allá de la gloria.

Conforme avanzan las secuelas, la representación del personaje se transforma. Rocky II y Rocky III muestran a un protagonista que debe enfrentar los riesgos del éxito y la pérdida de sus valores iniciales. En Rocky IV se acentúa la dimensión política: el enfrentamiento con Iván Drago convierte el ring en escenario de la Guerra Fría. Allí la masculinidad de Stallone aparece hipermusculada, símbolo de la fortaleza nacional, aunque siempre en tensión con su origen obrero. Incluso en esa dimensión heroica, Da Silva señala cómo Stallone intenta mantener la autenticidad del personaje: el triunfo no es solo físico, sino moral, un retorno a la esencia del luchador de barrio que resiste ante cualquier adversidad.

El contraste con Rambo es fundamental para entender la riqueza del análisis. En Acorralado (1982), John Rambo es un veterano traumatizado, perseguido por la violencia policial y el racismo, que lucha por sobrevivir en una sociedad que lo rechaza. Aquí la masculinidad se representa como herida y desarraigo: un hombre solitario, marcado por el dolor de la guerra, que busca un lugar en un país que ya no lo reconoce. Sin embargo, en Rambo II y Rambo III el personaje se convierte en emblema del cine de acción de los años ochenta, con un cuerpo hipermusculado que encarna la fuerza bélica de Estados Unidos. Este tránsito revela cómo Stallone pasó de representar al hombre común roto por la historia a convertirse en la imagen del héroe imperial, aunque Da Silva insiste en que incluso en estas versiones late un trasfondo de desesperanza y desencanto.

Otras películas refuerzan esta exploración de la masculinidad. En F.I.S.T.: Símbolo de fuerza (1978), Stallone interpreta a un líder sindical que defiende a los trabajadores frente al poder económico, proyectando una masculinidad colectiva y política. En Cobra (1986), en cambio, se presenta como justiciero urbano, más cercano al mito del héroe solitario armado que a la fragilidad del obrero. Estas variaciones muestran que Stallone nunca se limitó a un solo arquetipo, sino que jugó con distintos registros de fuerza, sacrificio y vulnerabilidad, construyendo un mosaico de masculinidades que lo hicieron único en el cine de acción y la cultura popular.

El libro enfatiza que el cuerpo de Stallone es siempre un texto cultural. Sus músculos son a la vez símbolo de resistencia obrera y de espectáculo mediático. En Rocky, el entrenamiento en los barrios de Filadelfia es un ritual de autenticidad y lucha. En Rambo, el torso desnudo en la jungla se convierte en emblema de poder militar y dominio sobre el entorno. En ambos casos, el cuerpo masculino se representa como campo de batalla ideológico, donde se cruzan la política, la economía y la identidad cultural.

Al analizar estas películas en su conjunto, Da Silva demuestra que Stallone no puede reducirse al cliché del héroe reaganiano. Su filmografía es una narrativa sobre la masculinidad en el cine, atravesada por la tensión entre vulnerabilidad y poder, derrota y triunfo, humanidad y propaganda. Rocky y Rambo no son solo personajes, sino metáforas de épocas distintas: uno habla desde el barrio y la fábrica, el otro desde la selva y la guerra. Ambos revelan cómo el cine de Hollywood moldeó y difundió modelos masculinos que siguen vigentes en la cultura global.

 

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